Las órbitas planetarias del sistema solar parecen estar estables e inquebrantables, como debería ser.
En realidad, los científicos todavía no han encontrado pruebas de cambios en las órbitas planetarias en los últimos miles de millones de años.
Es probable que todos los planetas sigan manteniendo sus órbitas hasta que el sol comience a expandirse hasta convertirse en una estrella gigante roja.
Sin embargo, ¿es posible que algo perturbe esta estabilidad, que ha durado miles de millones de años, por ejemplo, cómo sacar a la Tierra de su órbita?.
Si eso ocurriera, ¿qué sucederá con la Tierra y qué será de todos nosotros?.

Lo que destruye la órbita
Cuando el sistema solar estaba en su período temprano, éste era un lugar mucho más alegre y caótico de lo que es hoy.
Antes se pensaba que los planetas se formaron aproximadamente en el mismo lugar que sus órbitas actuales, pero recientemente se ha descubierto que no es así.
Las órbitas de los planetas fluctúan bajo la influencia del sol y la gravedad de cada uno de ellos.
Además, en aquel momento habían más planetas en el sistema solar que los que hay ahora.
Los planetas adicionales han quedado fuera de órbita por colisiones con otros planetas o por planetas gigantes.
Actualmente, estos planetas se han convertido en “huérfanos galácticos”, es decir, no pertenecen a ningún sistema estelar, sino que orbitan directamente alrededor del núcleo galáctico, al igual que las estrellas.
Estos cuerpos celestes son muy difíciles de detectar porque no emiten luz, pero se cree que existen en gran número y se dice que superan en número a las estrellas.
Como ya hemos mencionado antes, las órbitas de los planetas son actualmente estables.
Sin embargo, pueden suceder acontecimientos que pongan todo patas pa’ arriba.
Por ejemplo, este es el caso, cuando una enana marrón enfriada durante mucho tiempo con una masa 20 veces la de Júpiter, o una supertierra helada con una masa de 5 a 7 veces más que la de la Tierra, llamada planeta de flotación libre, “invade” el sistema solar.
Quizás cuando nosotros nos demos cuenta de su presencia, probablemente sea demasiado tarde y ya habrán invadido nuestro sistema solar.
Estos cuerpos celestes pueden tener órbitas hiperbólicas o parabólicas.
En pocas palabras, esto significa que pueden acercarse al sol una vez y luego alejarse, o pueden acercarse y luego comenzar a orbitar según el principio planetario de largo período, regresando cada varios millones de años.
Sin embargo, esto no es tan importante para nosotros.
Y lo que es mucho más importante, estos cuerpos celestes no están ligados al plano de la eclíptica como los planetas normales, sino que pueden llegar “desde arriba” o “desde abajo”, como si entraran en el sistema solar en algún punto del plano orbital de la Tierra.
Esto es precisamente lo que podría provocar que la Tierra fuera expulsada del sistema solar o convertida en satélite de uno de sus planetas flotantes.

Gran período glacial
Los huéspedes no invitados se acercan poco a poco.
Si se trata de un planeta, se verá como una estrella muy brillante por la noche, cada vez más brillante a medida que se acerca a la Tierra y finalmente será visible durante el día.
Esto es similar a cómo a veces se ve la luna en el cielo durante el día, pero a diferencia de la luna, este cuerpo celeste se acercará cada vez más a la Tierra, haciéndose más grande y más brillante.
Algo similar ocurrirá con el “intruso” si fuera un pequeño objeto estelar, ya que acabará convirtiéndose en un segundo sol durante el día, y el cielo nocturno se cubrirá de una ominosa luz roja.
Tal vez podría producirse un gran calentamiento que derrita el hielo, eleve el nivel del mar y sumerja las zonas costeras.
Eso ya es de por sí una grave catástrofe, pero lo peor está aún por llegar.
Y finalmente, el huésped no invitado vuelve a ser tenue y pequeño en el cielo de la Tierra.
Sin embargo, lo mismo ocurre con el sol.
Lo que ocurre dependerá en gran medida de la masa del propio “intruso”.
Cuanto más grande sea el intruso y más cerca pase de la Tierra, peor será la situación.
Por lo que, cuando la Tierra es literalmente “lanzada” fuera de órbita a gran velocidad, el proceso de congelación se acelerará inevitablemente, porque la corteza terrestre no está acostumbrada a estas velocidades que pueden resultar muy agotadoras.
Esto significa que se producirán terremotos y erupciones volcánicas tremendamente destructivas y que la corteza se hundirá en un mar de lava y se agrietará completamente.
Y si esto sucediera, literalmente no podríamos sobrevivir hasta que estuviéramos completamente congelados.
Otra de las amenazas es la luna.
La luna también resultará dañada, pero dependerá de la suerte de que siga siendo un satélite de la Tierra, de que salga volando o de que se estrelle contra la Tierra.
La opción más destructiva es, por supuesto, la tercera opción.
Sin embargo, aunque la luna permanezca en su posición actual, su trayectoria cambiaría.

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